PULVERIZACIONES AGRICOLAS.Cómo atenuar riesgos de contaminación

Atención, se abre en una ventana nueva. ImprimirCorreo electrónico

contaminacion

En medio del debate sobre las distancias para limitar posibilidades de contaminación, el ingeniero agrónomo Daniel Leiva hace su aporte con un interesante trabajo.

 

contaminacion

 

El uso creciente de plaguicidas, en contraposición con la ampliación de los límites urbanos ha conllevado a profundizar las discusiones en torno a posibles casos de contaminación. 

En el marco de la búsqueda por delimitar áreas, y en definitiva de armonizar entre las partes, el ingeniero agrónomo Daniel Leiva, del INTA Pergamino, elaboró un informe técnico en el cual se plantean aspectos que pueden colaborar para que los episodios de deriva sean atenuados y de esa forma reducir posibles riesgos de contaminación.

El cuidado trabajo indica que la creciente utilización de plaguicidas alcanza cifras muy significativas, 250 millones de lt-kg/año que se distribuyen en una superficie cultivable de 30 millones de hectáreas, con el atenuante de estar conformado mayoritariamente por un herbicida de baja toxicidad utilizado en siembra directa.

 

Puntos para tener en cuenta

 

El especialista contó que se está imponiendo el criterio de fijar distancias variables de pulverización, cerca de los pueblos, en función del sistema de aspersión (terrestre o aérea) y la toxicidad del agroquímico.

Uno de los temas clave es el tamaño de la gota. “El avión produce una gota de menor tamaño que una pulverizadora terrestre, lo que expone a una situación de mayor deriva”, explicó Leiva. Según cálculos teóricos, analizando velocidad de caída y la altura del botalón, la gota generada por un avión cae a una velocidad diez veces menor que la de un equipo terrestre.

Por otro lado, la gota no se evapora si la humedad relativa es alta. “Como límite crítico de humedad establecemos 60% para trabajos con avión, pero con menos humedad igual se requiere el uso de antievaporantes. Cuando los trabajos se hacen por la vía terrestre, el límite se establece en 50%”, precisó Leiva.

El tercer elemento para reducir la deriva es el tipo de pastilla y la altura del botalón. Este último aspecto está íntimamente relacionado con la velocidad de avance de la pulverizadora.

Con menos kilómetros por hora se puede bajar el botalón y hacer una distribución más pareja de los productos aplicados. “Cuando en un tratamiento con un herbicida total se combina una pastilla cono hueco, que produce gotas más chicas, con bajo volumen, el potencial de deriva se incrementa exponencialmente”, advirtió el especialista del INTA.

Como esta alternativa de pulverización se ha difundido extensamente en el medio agropecuario argentino, constituye uno de los motivos principales de reclamos por deriva en tratamientos terrestres.

Las pastillas abanico plano antideriva reducen significativamente el potencial de deriva. Según ensayos conducidos bajo túnel de viento por el Instituto de Ingeniería Rural del INTA Castelar, redujeron entre 35% y 47% la deriva, en comparación con las pastillas convencionales.

 

Aplicaciones aéreas

 

Cuando en aplicaciones aéreas, el largo de la barra de aspersión y las pastillas se aproxima a la longitud del ala, se produce en los extremos del avión un fenómeno conocido como vórtice. “Es un remolino compuesto por gotas pequeñas y orientadas hacia arriba que no llegan al suelo y derivan”, señaló Leiva. 

Los trabajos realizados con inversión térmica (cuando la temperatura del aire cercano suelo es muy baja) muestran que se incrementa cinco veces la deriva con equipos terrestres y ocho veces cuando se usa avión. 

Además, la inversión térmica es más severa en campos bajo riego con un equipo de pivot central, cultivos bajo riego por inundación como el arroz, lotes próximos a ríos y arroyos, y aquellos con una posición baja dentro del relieve. 

“El agua, como factor moderador de la temperatura, hace que durante la mañana el aire próximo al suelo se caliente más lentamente y por ende prolongue las condiciones de inversión térmica”, explicó Leiva.

Otro punto a tener en cuenta es la zona buffer (de contención o amortiguamiento) y la toxicología del producto aplicado.

Entre los 260 principios activos inscriptos en la Argentina, como promedio de toxicidad los insecticidas resultan entre 7 y 8 veces más tóxicos que la media de herbicidas y fungicidas. La toxicidad relativa es 27 veces mayor que la del herbicida más utilizado, el glifosato.

“El verdadero problema de contaminación por deriva entonces se registra con insecticidas, rubro en el que existe una amplia variedad de alternativas y resulta posible la elección de aquellos productos de menor toxicidad, más aún en la actualidad, con la incorporación, por ejemplo, de reguladores de crecimiento, que toxicológicamente son de banda verde”, detalló Leiva.

 

Conocimiento y capacitación

 

En todo esto, el conocimiento profesional y la capacitación son fundamentales. “En Estados Unidos se hacen aplicaciones casi hasta en los patios de las casas del campo, porque respetan las normas, algo que acá aún resulta difícil”, opinó Leiva. 

En este sentido, consideró que la actividad debe profesionalizarse, desde el monitoreo previo para llegar a tiempo, y no tarde y mal, pasando por la revisión de la máquina y el carnet habilitante para el aplicador. 

El ingeniero del INTA insistió en que deben respetarse las normas y tiene que haber sanciones para aquellos que no lo hagan.