"Hoy existe un acceso cercano y posible a los productos orgánicos"

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Juliana López May, amante de la cocina espontánea, fresca y simple, recomienda usar siempre productos de estación, tener huerta, reciclar todo lo que se pueda, tomar agua y poner el cuerpo en movimiento

Micaela UrdinezLA NACIONSÁBADO 05 DE DICIEMBRE DE 2015

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Ella es simple. En su forma de ser, de hablar, de vestir, de estar en el mundo. Y así también es su cocina . Con productos de estación, de calidad, poco procesados. Y con recetas fáciles de hacer. Es que Juliana López May - 40, esposa y madre de dos varones - pregona que se puede estar en equilibrio con la naturaleza en todos los ámbitos, pero especialmente a través de la cocina. Y que eso, además, puede ser rico y saludable.

-¿Cuándo arrancaste con tu compromiso ambiental?

-En casa siempre hubo mucha conciencia de la estacionalidad de los productos. En verano comíamos fruta de carozo, espárragos, alcauciles. Y hoy lo agradezco porque es una forma de estar en sintonía con la naturaleza. Hoy por hoy, para armar los menúes, me guío por los productos de estación. Y después tengo unos tips que siempre me ayudan. Siempre uso aceite de oliva, mieles argentinas del norte, azúcar integral de caña.

-¿Porque es más rico, más sano o por otra cosa?

-Porque es más rico, más sano y además ayudás a productores chiquitos a desarrollarse, a tener una cotidianeidad de venta, de producción. Si no vamos a ferias, si no consumimos, van a desaparecer. Siempre digo que estamos todos tan contentos de que están de vuelta los pequeños productores pero somos responsables de visitarlos y sostenerlos. Yo apoyo mucho a diferentes ferias. Lo hago con placer y lo hago como plan familiar. Hoy las ferias pasaron a ser un lugar de encuentro familiar. A mis hijos ya les divierte ir a la del Tren de la Costa, Sabe La Tierra y la de Mataderos. Es bueno que conozcan, vean y consuman lo autóctono, lo hecho con las propias manos, por un productos, para que los chicos puedan captar eso. Por suerte los míos están muy concientizados en este sentido.

A su Estudio de Cocina en Tigre - que bien podría ser un local de decoración por el gusto impecable y los artículos que combinan a la perfección - lo define como su escondite creativo, el lugar que eligió para dar clases de cocina, amasar proyectos y soñar. Allí, la luz entra por todas las ventanas dándole una energía especial y en el fondo, la huerta y los árboles frutales aportan el verde necesario.

-¿Cómo seleccionás los productos para tus comidas?

-En todas las clases siempre priorizo la calidad de la materia prima por excelencia, por su origen y buscando que sus procesos sean cortos. Que sea estacional, que tenga poco manejo y pocos procesos. Mi cocina es una cocina espontánea, fresca, que cualquiera la puede hacer. Yo empecé siendo una cocinera muy tradicional y fui cambiando. Desde los 19 siempre trabajé con Francis Malman, por 7 años, y él valora mucho la calidad del producto, el poco proceso y mi cocina siempre fue muy noble. Con esto de la sustentabilidad, hay que aprovechar al máximo el producto, sin opacarlo. Trato de que todo sea fácil, rápido, rico y posible. Yo quiero que la gente vuelva a la cocina.

-¿Es verdad que comer sano es más caro?

-Hay que hacer un trabajo de organización de la semana. Seguramente sea más caro si consumís el mismo producto tres o cuatro veces por semana. Hay que equilibrar mucho la alimentación, comer todos los colores del arcoíris, y con eso no te equivocas. Yo compro mucho a Jardín Orgánico, un chico que me trae a casa pollos, huevos, frutas, verduras y todos los secos (semillas y nueces), todo orgánico o natural.

El patio de este espacio ubicado en el boulevard Saénz Peña (Tigre) es una mezcla de colores y aromas que invaden los sentidos. Una única frutilla asoma orgullosa de la planta, que se codea con plantas de remolacha, cedrón, curry, orégano, menta, lechuga y espinaca. Más atrás, las ciruelas y los limones, empiezan a colgar de los árboles.

-¿Sentís que la gente está tomando más conciencia en relación a lo que come?

-Me gusta ver que es una movida que se fue agrandando con el tiempo y que es a largo plazo. Porque vino para quedarse. Veo todos los extremos: el fanático que todo lo critica; los que están del otro lado contrario, a los que no les importa lo que comen y en el medio encontrás a los que se permiten el disfrute y también saben consumir lo otro. Creo que habría que equilibrar todo. El que consume responsable y natural ya hizo una elección de vida. Al resto hay que evangelizarlo, contarle, educarlo. Yo hago hincapié en los pollos y los huevos porque hay un consumo muy grande acá. Si uno puede elegir, mejor. Hoy hay un acceso cercano y posible a los productos orgánicos. Y no es más caro si sabés organizar tu semana.

-Además de la posibilidad de tener tu propia huerta .

-Sí, es importante tener huertas. Las huertas son para productos más chiquitos. Nunca te vas a poder abastecer por completo a menos que tengas una extensión muy grande de tierra. Pero podés tener aromáticas, cedrón, árboles frutales. Me parece que es muy lindo el contacto con el verde, ver crecer tu verdura, poder ir, agarrar y mejorar tu comida. Es algo más romántico. Lo importante es la acción, el entender, el ver. Es muy lindo poder tener ese diálogo.

-¿Vas al supermercado?

-Voy a la verdulería en la que compro directo del mercado, tengo a Jardín Orgánico que me entrega a domicilio y al súper voy una vez por mes, o menos. Compro muy poco, cosas de limpieza o lácteos. También voy al barrio chino. Siempre prefiero la compra semanal que la mensual. No me gusta tener mucho stock. Algo que está perfecto durante un año, no puede ser bueno. A mí me gusta cocinar y comer en el momento.

-¿Tus hijos conocen Mc Donald´s, Burger King o los locales de comida rápida?

-No van nunca. Yo no los llevo. Cuando eran más chicos íbamos porque les gustaba ir al pelotero pero ya ni eso. Prefieren otra cosa. En mi casa siempre hay tres tipos de verduras, en ensalada, una verdura al horno, otras cocidas y algo de proteínas. Hay como una bajada de línea y ellos la captan. Yo no bajo los brazos y sigo con lo mismo. Eso sí, tienen prohibidas las gaseosas. Toman agua, siempre. También les hago licuados, jugos y helados.

-¿Cómo hacen cuando van a algún cumpleaños o fiesta?

-En los cumpleaños tienen luz verde, es un día especial. Estoy tratando de sacarles un poco las harinas ahora. Compro las crackers bien finitas y les gusta. Y estoy chocha porque siento que les hago bien. Quiero que ellos tengan la posibilidad de elegir poder comer mejor. Y eso hace que estén menos cansados y tengan más energía. Después son muy dulceros, pero yo también. No les prohíbo nada, solo trato que entiendan. Tiene que ver con la educación, y con transmitir saberes y costumbres de generación en generación. De chica mi mamá siempre hacía galletitas caseras que estaban escondidas en una lata y hoy les sigue dando eso a mis chicos. Y está bueno que tengan esa opción además de las de paquete, y que sepan que existe otra cosa.

-¿Qué otras prácticas sustentables tenés en tu casa?

-Hay que empezar de a poco, con lo que uno puede. En mi casa reciclo la basura. Los vuelvo locos. Eso va a ese tacho, les digo. Y ya está instauradísimo. Compost no tengo por un tema de lugar. Pero me encantaría. Reciclo todo y reciclaría más. Durante años me llevaba la basura de acá (Tigre) a casa y la tiraba en el reciclado de mi casa. Y te juro que me hace sentir mejor persona.

-¿Qué tips de cocina les darías a las madres para que alimenten a sus hijos durante el verano?

-Que hagan muchos Jugos, helados naturales, que usen harina sin TACC para hacer panqueques y waffles para las colaciones de los chicos, que hagan comidas más frías y livianas, pescados y que siempre que los chicos quieran algo para comer, que sea después de hacer deporte, como la recompensa al esfuerzo de mover el esqueleto. Hoy está instaurado que los chicos no hacen nada, hay mucho sedentarismo. Yo, este año, recién a los 40, empecé a jugar al tenis, a correr y a nadar. Y no solo me divirtió sino que es una limpieza mental. Si uno puede a los 40, podemos todos. Y si se lo vamos metiendo a los chicos de a poco, les hacemos un bien.